la forma brotando
La maratónica cifra
de lo hallado
dejó atrás
a lo inhallable.
Ese es mi tiempo.
Y viajo, portadora
de tréboles victoriosos,
por caminos de éter.
Descalza.
El inconmensurable
amor reunido
en el centro
solar
de una flor.
Démonos respiro.
Podríamos desfallecer
de tanto olvido, desintegrarnos
en el saludo áureo
del limón.
Habito un cuerpo?
Mi respiración habita
todo
lo habitable: la caricia
estremecedora de la lengua
de la vaca, el arco
de los pies
de los atletas, la nuca
tibia
del bebé en la hora
de su siesta, los mapas
de este viaje.
Habito el monte
de la luna, el monte
de venus, el médano
recién corrido por el viento.
Tu ojera negra de tribulaciones,
tu resplandaciente
lágrima.
Habito hasta el gorgoteo
de saliva
en tu garganta, estalactitas
lánguidas del hielo
del olvido, el surco
amable
del zapallo, el resplandor
del fuego enajenado
en el leño, la tibieza
prometedora
de la lana en tus medias.
Habito el alcance
milenario en la mirada
de la cabra, el roce
indescifrable del pez
con el agua, la burbuja
de silencio contenida
en todo
lo que es, la pulsación
del universo en cada una
de las yemas
de mis dedos, la luz
en los diamantes, la forma
brotando
de la idea, la música
emitida en el nacimiento
de la forma, el color
añadidura del brillo
de la idea.
Habito la orilla misma
de tu nacimiento y el mío
y aún, no tengo
cuerpo.