domingo, 27 de julio de 2008

la forma brotando


La maratónica cifra

de lo hallado

dejó atrás

a lo inhallable.

Ese es mi tiempo.

Y viajo, portadora

de tréboles victoriosos,

por caminos de éter.

Descalza.

El inconmensurable

amor reunido

en el centro

solar

de una flor.

Démonos respiro.

Podríamos desfallecer

de tanto olvido, desintegrarnos

en el saludo áureo

del limón.

Habito un cuerpo?

Mi respiración habita

todo

lo habitable: la caricia

estremecedora de la lengua

de la vaca, el arco

de los pies

de los atletas, la nuca

tibia

del bebé en la hora

de su siesta, los mapas

de este viaje.

Habito el monte

de la luna, el monte

de venus, el médano

recién corrido por el viento.

Tu ojera negra de tribulaciones,

tu resplandaciente

lágrima.


Habito hasta el gorgoteo

de saliva

en tu garganta, estalactitas

lánguidas del hielo

del olvido, el surco

amable

del zapallo, el resplandor

del fuego enajenado

en el leño, la tibieza

prometedora

de la lana en tus medias.

Habito el alcance

milenario en la mirada

de la cabra, el roce

indescifrable del pez

con el agua, la burbuja

de silencio contenida

en todo

lo que es, la pulsación

del universo en cada una

de las yemas

de mis dedos, la luz

en los diamantes, la forma

brotando

de la idea, la música

emitida en el nacimiento

de la forma, el color

añadidura del brillo

de la idea.

Habito la orilla misma

de tu nacimiento y el mío

y aún, no tengo

cuerpo.

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